Un grato recuerdo...mal escrito

Allí estaba ese horizonte rancio, el cielo de los restringidos, el azul de los soñadores insistentes, el paraíso del lugar común… ondeaban las palmeras hechizadas por el romanticismo terco de quienes no entienden que el enamoramiento tiene sus límites.
Al oído una canción dedicada que denotaba un reclamo “es que no ves que toda mi vida tan sólo depende de ti”. El clamor satisfactorio de un par de viajeros que tan sólo 60 minutos antes vieron la muerte acercarse sigilosa… de nuevo la canción “¿y tú de qué vas?”

La mirada de esta compañera era como una obra completa de cine, que duraba tan sólo 4 segundos, ya conocía el guión y los recursos me parecían insuficientes, hasta que conocí a los verdaderos protagonistas. Sus ojos que, cual dramaturgo ebrio, entregaban su existencia en la escena para pasar instantáneamente de fríos helados a cálidos insoportables. En una milésima de segundo parloteaban de memoria un guion inagotable – el mismo que ya conocía, que había escrito, que había ensayado- un guion con recursos como tristeza, melancolía, plenitud, miedo, superación, lealtad, confesión, martirio, delicias, impunidad, placer, pulcritud…

Pasaron algunos segundos antes de que la escena cambiara de plano, abrió, abrió, abrió, salimos del close up de sus ojos encantadores, cuales de puta que viajan en las cabezas -para siempre- de navegantes enamoradizos infectados de su pasión vil y despreciable. Allí estaba en primer plano su rostro, el de las pecas embelezadoras, ese que hoy recuerdo con agrado.

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