Eternas épicas fechorías

Noté que su dejo clemente había menguado, mas su tono de voz era más convincente. Como si su figura me fuese ajena cerré los ojos para recordar… era el mismo, él, aquel muchacho, el de los sueños rebosantes, el ejemplo para cualquiera.

Años atrás, en épocas de formación académica, cuando la esperma te acosa y cuando toda tu pasión se concentra en buscar la “mejor historia“(si te dedicas a algo parecido), me crucé con la crónica ya hecha. Todo mi furor amarillista trabajó, porque ese alguien que debate su sustento a diario era interesante, soñador, pertenecía a “nosecuantos” programas de formación que ofrecía la administración en turno, quería bajarse algún día de los buses y...lo tenía ahí, dispuesto a ser mi personaje, con los ojos aguados porque era la primera entrevista que concedía a alguien con cierto interés en contar sus “épicas fechorías”. 

Al lado del admiradísimo Pablo López, hicimos un seguimiento a Fulano de Tal, montado en una ruta de buses vendiendo unos barquillos (si la pésima memoria no me traiciona). Su forma de ofrecimiento siempre nos cautivó, era realmente ducho en su oficio y su rostro siempre dibujaba su premisa de salir de allí. Quizá me esté quedando grande exponerlo, pero era Cau ti va dor… Fue Pablo quien logró plasmar el momento y se sacó un 5 del que me pegué.

Que la grabación, que la foto, que el barquillo, que el escrito, que el abrazo, que los cincomilpesos con bendición a bordo. ¡Que el aplauso en la clase cuando lo contamos! HOY… unos años después, nuestro héroe sigue ahí, en la ruta del bus.

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