Solo en vivo, Bien Vivo
Pláceme felicitar, con los más sinceros
afectos musicales, sociales, culturales y de hecho pasionales, a un artista de
alta talla. Pláceme aplaudir tanto esfuerzo por defender una escena que se esconde con
cobardía tras un nombre inmerecido de “independiente”. Pláceme placerme en una
música tan sensual como pulida, tan estricta como disfrutable.
Me permito recurrir al preciso significado
de la palabra concierto, cuando hace
referencia a un convenio, a concertar algo. Eso fue lo que se vivió la noche
anterior en Casa Teatro El Poblado,
una concertación sentimental, práctica, ambiental, racional y – para mi propia
sorpresa- poco caprichosa.
Me genera una satisfacción increíble que el
público no se limitó a pedir Tacto toda la noche y no es que
tenga algo en contra de semejante composición, es que fue maravilloso que se
permitieran poner atención a un montaje bien pensado y moderno, a captar un
mensaje tan directo, filantrópico y bonito… ese llamado de atención de estar Bien Vivo, esa magnífica aclaración de
que quien padece el dolor con paciencia y quien cuestiona su estable
cotidianidad está más vivo que quien mata sus sueños esperando a que ocurran.
Me fascinó el deleite del público en los sonidos de unos vientos afinados y
acompasados, de unos arreglos complejos y volados.
Sé que más de uno se entregó al infaltable
calambre que recorre el cuerpo ante el ronquido de Sandra Moore, sé que a
muchos se le saltaron sonrisas ante los pícaros y envenenados acordes de
las teclas del maestro Marlon Zapata –yo toqué con él y esa sensación en tarima
es indescriptible- , sé que la sensualidad tomó su lugar, como en cualquiera de
los toques de Solo.
Y es que este concepto tan puro y natural
tiene una magia y una carga espiritual que me apasiona, que embelesa a quien se
place de la poiesis. Creo que por eso
se construyen tantas propuestas artísticas tan ganadoras a su alrededor, basta
con fijarse en el apoyo visual, basta con ser meticuloso en los niveles de una
mezcla casi perfecta, es suficiente escuchar a esa banda con un sonido tan
propio, con transiente.
El lugar, de una elegancia exquisita; el
diálogo, puntual, conciso, preciso y natural…sin ensayos, con error, con pathos desenfrenada ante un logos que quebranta su ser cuando tiene
un micrófono en la mano y salta el hombre que nació solo, el Solo y que solo
sirve para ser arte y no un artista, que dejó hace años a un lado la vanidad
para incorporarse a esta historia de la buena música.
¡Qué buen y ejemplar camino!
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