Noctámbulo

A mi nocherniego cerebro...

Ahí estaba, sumido en su propio veneno, aferrado a su propia ironía, subyugado por su propia debilidad que alentaba con cada segundo en el que perdía la batalla por resistirse a su vicio… a su más compleja, autónoma y amada perdición.

En el génesis de su propia destrucción está no haber controlado a tiempo lo que hoy carcome su días y sus angustiadas noches, esa pasión desenfrenada por perder el sencillo dominio de sus más puras emotividades lo condenan a escucharse, en cada encuentro con su almohada y la oscuridad, emitiéndose su propio juicio descalificador y ensordecedor.

 El juego de silenciar su razón fecundó a su enemigo, que como buen villano se presentó con el poderío de un héroe y hoy tiene al protagonista de rodillas al borde de la muerte. Pero en la esperanza de la omnipotencia que le confiere ser el principal, el dueño de la historia, sostiene sus rutinas, y a pesar de su paupérrima presencia y crisis existencial, todas las noches me dicta la mejor manera de no descansar y me entrega los mejores pretextos para que mi sonrisa sea una excusa para sobrevivir.

Insolente, cerebro insolente, noctámbulo asesino, desvergonzado y patético. 

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